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Diario de un Pornócrata
Sección Diario de un Pornocrata 30/03/2006

A mí las Navidades me producen un agotamiento supremo. No porque me pase el día follando de manera festiva, como alegre forma de felicitar las fiestas a amigas y conocidas, que no es eso. Más bien lo contrario. La Navidad es una época de abstención sexual, dados los excesos a los que cometemos al cuerpo en forma de turrones, mazapanes, cavas, champanes, vinos, licores y demás drogas más o menos lícitas o permitidas por las autoridades competentes.

Querido diario:

A mí las Navidades me producen un agotamiento supremo. No porque me pase el día follando de manera festiva, como alegre forma de felicitar las fiestas a amigas y conocidas, que no es eso. Más bien lo contrario. La Navidad es una época de abstención sexual, dados los excesos a los que cometemos al cuerpo en forma de turrones, mazapanes, cavas, champanes, vinos, licores y demás drogas más o menos lícitas o permitidas por las autoridades competentes. Además, como el año nuevo siempre implica un radical cambio de vida y costumbres, se produce en el organismo el llamado “efecto carnaval”, es decir, que en los días previos a la extinción del plazo de la mala vida, acentuamos la tendencia a la autodestrucción, como si estuviéramos convencidos de que jamás caeremos en la insanidad, de que olvidaremos en dos o tres semanas nuestros propósitos de llevar una existencia saludable.

Como ya he dicho, a mí las Navidades me desinhiben la líbido. Pero, por lo visto, hay gente a la que se le sube hasta límites insospechados. Tanto como para meterse en los foros de actrices porno con la intención de ligar con ellas. Entiendo que la idea que pueden dar determinados sitios de debate donde se discute sobre qué actriz chupa mejor pollas, cuál es el bukkakke más grande que jamás has visto o con qué película te haces las pajas más sobresalientes es que aquello es una especie de orgía virtual donde cualquiera puede meter la nariz (o mejor, la polla) para solaz propio. Y sin cargo para su bolsillo. Pero hay gente que confunde el culo con las témporas, el tocino con la velocidad y el porno con una casa de putas. Claro, piensa el incauto que cree que todo el monte es orégano, una chica que se dedica al porno está permanentemente abierta de piernas a disposición de todos los hombres a los que les apetezca pegar un polvo, y gratis, porque le gusta el sexo más que a un tonto una tiza.

Igual algún tipo de los que hacen eso, que confunde el porno con una casa de putas, trabaja como albañil en una obra. Y está acostumbrado a que le pidan que haga obras cuando va por la calle, cuando acude a una reunión social o el día del bautizo de su sobrino. Y gratis, claro, porque a ese señor lo que le gusta es poner ladrillos, unos encima de otros, le pone a cien el cemento y la paleta es su consolador personal. O es taxista y, cuando acaba su trabajo, puedes parar su coche particular y subirte a él para que nuestro héroe te lleve a donde tu quieras, totalmente gratis, porque a él el dinero sólo le importa para poder vivir y lo que realmente le gusta es conducir sin parar, llevar a la gente de un sitio a otro, hablar de fútbol con el pasajero y escuchar la Cope (bueno, afortunadamente no todos los taxistas escuchan la Cope).

Un amigo periodista que se dedica a escribir sobre porno me contó un día que sus conocidos alucinaban cuando les decía que él, cuando ha de asistir a un rodaje, cubrir un festival de porno o entrevistar a una actriz de cine X, no folla nada. Que es más fácil pegar un polvo en una convención de dentistas que en un festival de porno, sobre todo si te lavas antes los dientes. Y es completamente cierto. Eso no quiere decir que mi amigo sea un cayo malayo de esos que no follarían ni aunque fuera el único superviviente masculino en una catástrofe nuclear y hubiera de repoblar el planeta, sino que el porno, como todo, es un negocio, una industria en la que hay de todo, desde aprovechados que follan con algunas actrices (las menos, digamos, agraciadas intelectualmente) a cambio de prometerles que publicarán un reportaje sobre ella en una revista o que serán estrellas del cine convencional, hasta quien utiliza su poder de contratación para cepillarse a las chicas. Pero también gente normal, que ve esto como un trabajo más, lo que en realidad es, y no como un harén lleno de mujeres hermosas y viciosas a su servicio

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