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Diario de un pornócrata
Sección Diario de un Pornocrata 27/03/2006

Durante las semanas posteriores a la celebración del Festival de Cine Erótico de Barcelona leo, de manera cíclica, los comentarios en los foros especializados sobre los premios que reparte el certamen

Querido diario:

Durante las semanas posteriores a la celebración del Festival de Cine Erótico de Barcelona leo, de manera cíclica, los comentarios en los foros especializados sobre los premios que reparte el certamen barcelonés y sus nominaciones a los galardones anuales. Es una forma de conceder una importancia que no se merece a unas distinciones que, si bien sirven para hinchar el ya suficientemente hinchado ego de los que participan en el negocio del porno, no tienen demasiada importancia cuando se trata de hacer caja. No nos engañemos. Poca gente, por no decir nadie, compra o alquila un porno por que en su carátula aparezca un anagrama de que esa película ha obtenido algún premio o nominación en los festivales del sector, sino porque le atrae la carátula o los intérpretes, o porque ha leído alguna crítica favorable (esto ya es para los más duchos en la materia) en las pocas revistas que se hacen eco de las novedades cinematográficas de la industria.
Esto no es Hollywood y me da la impresión que eso lo saben todos menos los recalcitrantes foreros que matan su tiempo criticando los premios del FICEB y los profesionales del porno que llevan más tiempo en este negocio. Otro cantar son aquellos que acaban de llegar a este apasionante mundo, que sueñan con tener un premio en su estantería, aunque sólo sea para sentirse integrado en una industria en la que cada uno hace la guerra por su cuenta y, si puede joder al vecino, mejor que mejor.

Por ello, en Barcelona daban saltos de alegría los hermanos Lapiedra, ganadores de los dos premios que más anhelaban: el de mejor director español, con el que recibían la bendición de la crítica y la industria por su exótica forma de concebir el cine para adultos, y el de mejor "starlette", que recompensaba su esfuerzo mediático por convertir en una estrella a Lucía Lapiedra, una actriz que, siguiendo la senda marcada por Celia Blanco, tiene en su haber más portadas que películas protagonizadas. Por ello también, Isi Lucas ponía cara de malas pulgas cuando supo que su esfuerzo por dignificar el porno con un producto nacional de buena factura se quedaba compuesto y sin Ninfa, porque las grandes productoras se repartieron el trocito de pastel que él pensaba degustar.

Si esto no es Hollywood, tampoco las Ninfas son los Goya. Los premios no hacen que trabajes más, como pasa habitualmente cuando la academia del cine español distingue a un actor en horas bajas. En el porno español los esfectivos son habas contadas y una estatuilla, por muy bonita que sea la Ninfa y quede de puta madre en el salón de casa al lado de la edición de lujo del Quijote y dos libros de autoayuda, sólo da esos cinco minutos de gloria de los que hablaba Warhol como un derecho irrenunciable del ser humano.
Dentro de dos semanas se entregan en Las Vegas los AVN Awards. Los americanos sí que saben montárselo. Reúnen a toda su cuchipanda en Las Vegas, entre clubes de striptease y casinos, organizan una cena por todo lo alto en un lujoso hotel con espectáculo, y aprovechan para hacer negocios. Y dan más de 100 premios. De categorías tan absurdas como "mejor escena de trío", "mejor vídeo de tema étnico" (para no decir "mejor peli de negros") o "mejor escena de sexo en solitario" (por "mejor paja"). Eso tendríamos que hacer aquí para que nadie se enfadara cuando sólo le dan dos Ninfas. Todos estarían contentos.

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