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DIARIO DE UN PORNĂ“CRATA
Sección Diario de un Pornocrata 27/03/2006

Mi vena lectora me hace devorar sin piedad las biografías y autobiografías de las estrellas del porno, como si detrás de cada una de las vidas ejemplares de los protagonistas del cine más lascivo busca

Querido diario:

Mi vena lectora me hace devorar sin piedad las biografías y autobiografías de las estrellas del porno, como si detrás de cada una de las vidas ejemplares de los protagonistas del cine más lascivo buscara el secreto que les lleva a mostrarse públicamente practicando el sexo y disfrutar con ello. He encontrado en mi librería de guardia "Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno", las memorias de Jenna Jameson, la actriz norteamericana más famosa del mundo, que ha publicado Martínez Roca en su colección "Heterodoxia".

A los 30 años, casi nadie tiene nada que contar. O, realmente, nada interesante de verdad. Recuerdo que, hace algunos años, cuando surgió el fenómeno Raúl (el futbolista, no el cantante), alguien se atrevió a publicar su biografía. Creo que eran dos prestigiosos periodistas deportivos madrileños los que osaron contar, con pelos y señales, la vida de aquel proyecto de gran jugador de fútbol. Y, claro, el resultado era una aburrida colección de tópicos sobre un chaval de 17 años que comenzaba a jugar en el Real Madrid y cuyo futuro parecía preclaro, pero no dejaba de ser incierto.

Jenna Jameson tiene 30 años (28 cuando su libro se publicó en los Estados Unidos), pero ha vivido una existencia que parece la de una mujer de 60 años. Una infancia difícil, marcada por la muerte de su madre a causa de un cáncer, un largo y tortuoso coqueteo con las drogas, que la llevó a la adicción a las metaanfetaminas, una violación silenciada por su entorno, una tormentosa relación con un tatuador y motero, en el más puro estilo de la América profunda, y un camino en el porno en el que hay tantas luces como sombras. La vida de Jenna da de sí lo suficiente como para contarse en un libro, debido a la importancia que el azar tiene en los hechos que marcaron su trayectoria personal y vital. Pero, plasmada en una biografía al uso, podría haberse quedado en el simple relato de una joven ambiciosa que, a causa de su carácter perfeccionista y competitivo, llega a triunfar en lo que hace por pura cabezonería. Pero, Jenna ha sido más inteligente que todo eso. Sabía que contaba con un material de primera mano y lo ha gestionado como si ese tesoro fuera una especie de compendio experimental, en el que se mezcla la novela, el reportaje periodístico, el cómic, la obra de autoayuda y hasta el toque de "reality show" que aportan las páginas de su diario personal, escrito por una niña de corta edad que vuelca sobre el papel la inocencia de quien no sabe lo que sucede alrededor. El resultado final es un extraordinario fresco, en el más puro estilo de los murales renacentistas, rabiosamente moderno, tremendamente sugestivo y, sobre todo, imposible de abandonar en su lectura.

Es una pena que no existan biografías así en España. Sólo la de Nacho Vidal ("Confesiones de una estrella del porno") se aproxima a ese planteamiento, pues David Barba, que ofició de biógrafo del gran semental del porno patrio, supo encontrar la vena novelesca de un personaje tan irrepetible como Nacho. Pero es un caso único. La reciente autobiografía de Celia Blanco no tiene siquiera el tono de ajuste de cuentas que debería en un personaje tan controvertido dentro de la industria del X nacional y se limita a ser una sucesión de comentarios, más o menos extemporáneos, sobre los gustos de la actriz. Al leer "Secretos de una pornostar" (¿por qué los títulos de las biografías en España son tan poco originales?) uno se queda con la sensación de que la vida de su protagonista ha sido "superchanchi" y "superguay", que ha conocido a mucha gente importante y eso le ha servido para tener una excusa con la que llenar páginas y poder contarlo. Como si contar las banalidades formara parte de la literatura. En fin, como si Leticia Sabater se atreviera a contar su vida y milagros.

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